Unos de los mayores despropósitos cometidos recientemente en Asturias siguen siendo los referidos a la Universidad Laboral en Gijón y la Ciudad Vacacional de Perlora en Carreño. En el primer caso, desde que se cerraron las universidades laborales –un proyecto educativo de la II República– se puso en marcha un intento de abandono por parte de las administraciones públicas en virtud del cual el edificio de la Laboral de Gijón fue poco a poco entrando en decadencia. En el caso de la Ciudad Sindical de Perlora, la que otrora fuese un complejo residencial destinado al descanso de los trabajadores, ahora es un conjunto de chalés abandonados y calles vacías con varios de ellos ya declarados en ruina y sin que se hable ya de ninguna medida para revitalizar el complejo.
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Pues bien, por si no fuera suficiente lo descrito, hoy nos toca hablar del refugio de Brañagallones. Allí, en pleno corazón de Asturias, entre imponentes montañas y verdes valles de la Cordillera Cantábrica, se encuentra uno de los paraísos naturales más cautivadores de España: el Parque Natural de Redes, declarado Reserva de la Biosfera por la Unesco en el año 2001.
Con paisajes que parecen sacados de un cuento de hadas y una biodiversidad que deslumbra a cada paso, Redes es una auténtica joya para quienes buscan hacer una escapada en plena conexión con el entorno natural. Situado entre los municipios de Caso y Sobrescobio, este espacio natural protegido es hogar de un variado ecosistema en el que destacan los impresionantes hayedos y robledales, montañas calizas y ríos de aguas cristalinas, un entorno privilegiado donde habitan especies protegidas como el oso pardo, el urogallo cantábrico o el lobo ibérico que buscan refugio a lo largo y ancho de sus 37.000 hectáreas de extensión, convirtiendo Redes en un paraíso para los observadores de la fauna.
Y, dentro de este espacio protegido, uno de los lugares más emblemáticos y visitados es Brañagallones, un rincón lleno de encanto que invita a la calma y la aventura. Como un soberbio vigilante del aire, el refugio de Brañagallones se abre al viajero en el entorno maravilloso de la vega del mismo nombre. Una pradera situada en el macizo montañoso del Parque de Redes, donde también se concentran varias cabañas de ganaderos que conforman un enclave único. Una pradera, de grandes dimensiones que, rodeada de imponentes cumbres y, dependiendo de la época del año, podemos encontrarla cubierta de flores silvestres o nevado, ofreciendo una imagen de postal en cualquier estación. El otoño con sus colores ocres entremezclados con los verdes es uno de los momentos álgidos para realizar una ruta por este paraíso.
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El edificio fue construido en los años sesenta como refugio para cazadores, pero posteriormente y después de una remodelación quedó convertido en un hotel de lujo gestionado privadamente, sin mucho éxito, teniendo que cerrar sus puertas en 2007, hasta que el Principado –dueño de las instalaciones–, tuvo que esperar a la rescisión del contrato para volver a disponer de él, abriendo sus puertas, esta vez gestionado por la Federación de Montaña, Escalada y Senderismo del Principado de Asturias (Fempa), con un concepto totalmente diferente y “abierto para disfrute de todos”.
Desde ese momento, fueron muchos los proyectos elaborados, desde cursos medioambientales y culturales, talleres de fotografía de naturaleza, observación de estrellas, avistamiento de aves o una escuela de iniciación a la montaña para niños y jóvenes, entre otras cosas, pero todos los proyectos sufrieron los mismos obstáculos que parece ser quedan reflejados en el objetivo de un deterioro premeditado del refugio hasta lograr su desaparición.
Tal como si existiese una maldición sobre el concejo casín, regido por el bueno de Miguel, éste ya sufriría y sigue todavía sufriendo las embestidas burocráticas de una administración indolente sobre un funcionamiento integral del pantano de Tanes, y ahora le toca el turno al refugio de Brañagallones, no solo víctima de las indolencias del Gobierno regional, sino también de la mismísima presidenta de la Fempa, la coyana Tensi Carmona. Estoy seguro de que si esta persona fuera casina en vez de coyana las gestiones para la buena marcha del refugio no sufrirían tantos “atascos”; pero, claro, el alcalde de Caso, al igual que hacen otros y otras, no es persona de “lamer los zapatos” a nadie.
Pero estoy más seguro todavía de que si viviese un tal Francisco Franco, el refugio de Brañagallones, desde su construcción, ya se hubiese transformado en uno de los mejores hoteles de montaña en el mundo, donde el dictador pudiera disfrutar de sus servicios después de sus agotadoras jornadas a la caza de los trofeos cinegéticos seleccionados previamente, porque los “lamedores de las botas” del generalísimo no serían otros que los mismos y las mismas que ahora ponen todo tipo de trabas y obstáculos para el normal funcionamiento del refugio de Brañagallones.
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Las últimas y recientes noticias que tenemos de la parálisis del edificio es que se va a proceder a las típicas y conocidas “chapuzas” para taponar algún agujero que otro en el tejado hasta que la empresa pública Tragsa se haga cargo de las obras previstas en sustitución de la empresa contratada (Saneamientos Uría) por renuncia de ésta a la realización del proyecto. Esperemos, de verdad, que no se quede todo en la simple “chapuza”.
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